LAS ISLAS COOK, UN LUGAR DE ENSUEÑO
Actualizado: 26 sept 2021
¿A qué lugar del mundo crees que nos llevará Mapamundi en esta ocasión?
Paul Theroux confiesa en su libro Las islas felices de Oceanía: “Los turistas no saben dónde han estado. Los viajeros no saben adónde van”

Hay nombres como Samarcanda, Tamanrasset, el Amazonas, Tibet y otros que provocan en muchos de nosotros el deseo de viajar y pisar esos lugares lejanos. Eso me paso a mí con las Islas Cook, un pequeño país situado en el Océano Pacífico.
Siempre consideré al capitán James Cook como uno de los más ilustres exploradores. Alguien que como yo es amante de los mapas, tiene que sentir admiración por aquel insigne marino que recorrió el Pacífico durante tres largos y azarosos viajes perdiendo la vida a mano de los nativos de Hawái en el último de ellos. Nadie antes, y quizás tampoco después, hizo tanto como el capitán James Cook por corregir y ampliar los mapas del mundo. El Pacífico fue su territorio y a partir de sus mapas y cartas de navegación aquellos mares se convirtieron en un lugar mucho más fácil de transitar. Para mí era obligado viajar a un país cuyo nombre rendía homenaje al ilustre marino.
Volé a Raratonga, la isla más grande de las 15 que completan el archipiélago de las Cook, desde Nueva Zelanda. Varias cosas me sorprendieron al llegar. El color azul del mar y del cielo, que casi todos los lugareños eran gordos, muy gordos, y que todos los lugares, salvo las iglesias, estaban cerrados los domingos, y cuando digo todos, son todos. Los domingos están hechos para descansar y para estar con la familia y amigos.
Al día siguiente de mi llegada volé en un pequeño avión de hélice a Aitutaki, considerada por muchos como una de las mejores playas del mundo, ahí es na´. La isla tiene menos de 2 kilómetros de ancho y apenas 6 de largo, es muy verde, está rodeada por una laguna de aguas azules y esta a su vez queda también rodeada, a modo de muralla protectora, por una barrera de coral donde rompen las olas. Es la viva imagen del paraíso.
En Aitutaki, según se mire, hay mucho o poco que hacer. Stephen, un simpático y siempre sonriente camarero del hotel donde me aloje me dijo: “Aquí todos preguntan nada más llegar que cosas pueden hacer, y resulta que la isla es el lugar idóneo para no hacer nada”.