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Recorriendo la Región Magallánica con Cruceros Australis

Actualizado: 16 sept 2019


Un viaje difícil de igualar, una experiencia de expedición única en una travesía hacia la zona más austral del mundo y, además, con todas las comodidades a bordo.

Son pocos los destinos que te permiten sentirte como un verdadero expedicionario y la región Magallánica en uno de ellos. Este territorio conocido como el fin del mundo, no solo nos ofrece zonas no habitadas, entre fiordos, imponentes glaciares, bosques nativos y una exótica flora y fauna, sino que además nos cuenta una historia de sorprendentes estilos de vida de pueblos originarios y escenarios de grandes descubrimientos.

Cruceros Australis realiza una ruta para un máximo de 210 personas que transcurre entre los fiordos patagónicos de Argentina y Chile, entre Ushuaia y Punta Arenas. Ambas rutas contemplan desembarcos a tierra y recorridos en botes zodiac, siendo distintas las paradas según el recorrido escogido.

Nosotros comenzamos en la ciudad de Ushuaia, donde en un día pudimos visitar tres museos antes de embarcarnos. Conocimos la cárcel y presidio militar, donde los penados prestaron servicio a la comunidad con trabajo retribuido en durísimas condiciones climáticas; el museo territorial, donde, entre otras, encontramos una sala con proyecciones de la vida cotidiana de la etnia Yámana que habitaba en la Isla de Tierra del Fuego –llamada así por los primeros navegantes que a lo lejos veían las numerosas hogueras que realizaban los indios para combatir la humedad y el frio-; y entramos en La Casa de Gobierno, con mobiliario del S.XIX. Nos resultó sorprendente la cantidad de historias de este lejano territorio, el encuentro entre los misioneros anglicanos y los aborígenes de la Patagonia Austral y la historia de los expedicionarios que dieron nombre al estrecho de Magallanes o al canal Beagle.

Un lugar recomendable para comer o cenar en Ushuaia, es el restaurante Volver. Con vistas excelentes al canal de Beagle, tiene las paredes del comedor empapeladas con diarios de los años 40. Un restaurante pintoresco, especializado en productos del mar que el cocinero nos presenta con la menor elaboración posible para poder degustar el excelente sabor natural del producto local.

El primer día abordamos en el Ventus Australis. Nuestra cabina AA, era amplia y nos sorprendió con un sillón frente a la ventana panorámica que cubre toda la pared de la habitación. Después de acomodarnos, nos reunimos con el resto del pasaje en la sala principal, el Salón Darwin, con barra libre y variedad de aperitivos. Allí conocimos a la tripulación, que nos explicaron las instalaciones del barco y nos informaron sobre las excursiones y desembarcos preparados en lo que sería el último zarpe de la temporada. Más tarde, ya en el salón comedor, Comedor Patagonia, tuvimos nuestra primera y deliciosa cenas a la carta. A lo largo de nuestro recorrido realizaríamos allí nuestros desayunos y almuerzos tipo buffet, con una increíble mesa de postres. Ya en la cabina, con las cortinas abiertas de lado a lado, nos quedamos dormidos contemplando la inmensidad del agua y las montañas, un paisaje inhóspito que se dejaba entrever gracias al brillo de la luna.

El segundo día nos despertamos inquietos por el desembarco que nos esperaba. Recalar en Cabo de Hornos no siempre es posible debido a las condiciones climáticas impredecibles que se dan en este lugar. Y nosotros conseguimos ser de los afortunados que sí tienen la oportunidad de desembarcar. Conocimos a la familia del farero – que vive allí todo el año- y rendimos homenaje a los marinos caídos frente al monumento del Albatros. En la tarde, realizamos otra excursión: desembarcamos en Isla Navarino, en Bahía Wulaia, que en idioma yagán significa “vista hermosa” y fue el lugar donde se concentraron los primeros habitantes, convirtiéndose en uno de los asentamientos Yámana más grande de la región -descrita por Darwin y dibujada por el Capitan Fitz Roy-. Ascendimos por un camino con una rica flora del lugar y llegamos a un mirador natural, con unas increíbles vistas panorámicas de la bahía. A lo lejos, en el mar descubrimos un grupo de toninas- delfines australes- que nos animaron a acelerar la bajada para verlos mejor desde la orilla. Cabe destacar que, aunque la ciudad de Ushuaia es considerara la ciudad más austral del mundo, es Puerto Williams, en Isla Navarino, el asentamiento más austral del mundo, con una base militar y comunidad Chilena.

En el tercer día continuamos navegando por el Canal Beagle, a lo largo de la costa Sur de Tierra del Fuego. El paisaje se fue volviendo cada vez más imponente, desde la Cordillera Darwin caen impresionantes glaciares hacia el mar y nos adentramos en uno de sus anchos fiordos. Allí realizamos otra excursión, esta vez visitamos el Glaciar PÍa. Aunque estos glaciares no necesitan tanto tiempo para generarse como los milenarios de la Antártica, fuimos afortunados testigos del desplome de un gran bloque de hielo que, con un ruido atronador, nos dejó a todos callados y asombrados por la ola que había generado cerca de donde estaban las zodiac. En la tarde nos acercamos al Glaciar Garibaldi, uno de los pocos de la Patagonia que está aumentando su masa, en vez de disminuir como la inmensa mayoría. Esta vez, caminamos a través de un bosque magallánico virgen hasta una catarata glaciar. Aquí, algunos miembros de la tripulación que realizaban la excursión con nosotros y junto a algunos valientes más, realizaron lo que se conoce como bautismo patagónico: bañarse en las gélidas aguas de su cascada.

En nuestro cuarto día nos adentramos en el Parque Nacional Alberto de Angostini, rodeado por numerosos glaciares y montañas de cumbres escarpadas. La primera excursión del día nos llevó al Glaciar Águila que se emplaza sobre una laguna creada por el propio glaciar y, rodeada de bosque primitivo. Al desembarcar observamos impresionados la cantidad de moluscos vivos que encontramos en la orilla de la playa –alimento importante para los Yámana- y una gran cantidad de algas, fundamentales para la elaboración de múltiples productos alimenticios, medicinales y cosméticos que se usan en la actualidad. En nuestro recorrido bordeamos la laguna y nos situamos frente a la cueva lateral del imponente glaciar, desde donde pudimos contemplar su magnitud. Por la tarde, partimos en los botes zodiac hacia el Glaciar Cóndor, donde vimos un cóndor posado en unas rocas próximas al mismo glaciar al que daba nombre -resultando de lo más oportuno-. Navegamos entre miles de pequeños témpanos de hielo y pudimos subir uno a bordo de la zodiac gracias a la pericia de nuestro guía, quien nos explicó las diferencias de compactación que le da la presión y la temperatura, y que permite por su forma y transparencias determinar en qué ángulo del glaciar estuvieron colocados.

El quinto y último día –el tiempo realmente se nos ha pasado demasiado rápido-, el paisaje comienza a cambiar y nos damos cuenta de que volvemos a la civilización. Nos adentramos en el Estrecho de Magallanes y ya podemos ver a lo lejos la ciudad de Punta Arenas donde finalmente desembarcaremos. Antes de dejar el barco, una parada más que supera nuevamente nuestras expectativas: desembarcamos en Isla Magdalena y nos encontramos rodeados de cientos de pingüinos magallánicos. La pequeña isla está repleta de cuevas realizadas con mucho esmero por los pingüinos macho para atraer a las hembras y nos paseamos viendo a numerosos pingüinos caminando en tierra y bañándose en sus costas. Un lugar único que se encuentra protegido por la organización gubernamental chilena de protección para la flora y fauna.

Llega el momento del desembarco en Punta Arenas, nos despedimos y nos dirigimos al Hotel Cabo de Hornos, situado frente a la Plaza de Armas. Es un alojamiento emblemático que ha sido modernizado y tiene una excelente ubicación. En esta misma plaza, se encuentra la estatua en homenaje a Magallanes, y la leyenda cuenta que si tocas el pie al indio que se encuentra a un costado de la estatua, volverás a Punta Arenas.

Un lugar recomendable para comer o cenar en Punta Arenas es el restaurante del Palacio Sara Brown, con un ambiente agradable de época. Al otro lado de la plaza un lugar típico de la ciudad, Quiosco Roca, donde se vende exclusivamente un tentempié local: choripán –pan y chorizo- y leche con plátano –batido. Una última recomendación culinaria, en cualquier restaurante al que vayas no dejes de pedir productos hechos con calafate –fruto rojo autóctono- pues también cuenta la leyenda que si lo pruebas, no podrás evitar volver a la Patagonia para degustarlo otra vez.

La Región Magallánica y la Patagonia Austral definitivamente nos dan muchísimos motivos para querer volver a tener una aventura en estas tierras.


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